[Esta és una informació publicada al diari Las Provincias el 11-9-12]
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Si no llueve en grandes cantidades, la región cerrará uno de los años más secos desde 1994
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El calor del verano y la temperatura del Mediterráneo avivan el riesgo de gota fría, cuyos efectos pueden agravarse por los incendios
El ocaso del verano deja paso al otoño, a la estación de las lluvias por antonomasia, al peligro de la gota fría que siempre está al acecho en la Comunitat. Los episodios de riadas se repiten desde hace siglos. Algunos expertos hablan de ciclos, en los que después de padecer varios periodos de sequía (como ocurre en la actualidad) llegan precipitaciones torrenciales. Este año el riesgo continúa latente, aunque esta vez esconde más peligros que nunca. El calor sufrido este verano puede resultar determinante para que el cielo descargue con fuerza. Y si esto ocurre, las zonas arrasadas por los fuegos en julio pueden convertirse en aliadas de inundaciones. Además, muchos cauces de ríos y barrancos todavía están sin limpiar. El riesgo de avenidas es máximo.
Las llamas que calcinaron cerca de 50.000 hectáreas en Cortes de Pallás y Andilla hace tres meses pueden ser un obstáculo en caso de fuertes lluvias. «La erosión del suelo por los incendios levanta la tierra con lo que el agua puede arrastrarla, taponando embalses y puente. Además, las cenizas tienen componentes ácidos con lo que pueden contaminar el agua», alertan fuentes de Ecologistas en Acción. El terreno de las zonas dañadas está lleno de maleza quemada y ramas lo que también supone un problema. La zona del interior de Valencia es la que más peligro entraña «ya que cae sobre la cuenca del Júcar y es un área abrupta», añaden.
La furia del agua se encuentra con otro impedimento. La suciedad en los cauces y barrancos que puede obstruir su paso. A falta de dos semanas para que arranque el otoño, las cañas y el matorral crecen sin control. Así ocurre en el río Sellent cuando atraviesa Càrcer y en muchos tramos del Júcar. También en el Serpis, a su paso de Real de Gandia, Almoines y Gandia, una de las zonas de la Comunitat más propensas a sufrir inundaciones. Pese a ello, la vegetación ha tomado el lecho del río. Aunque algunas poblaciones sí han llevado a cabo trabajos de limpiezas, la suciedad sigue suponiendo un riesgo que puede provocar desbordamientos.
El río Vaca, que canaliza las aguas de poblaciones como Barx, Simat de la Valldigna o Tavernes, también está invadido por cañas y arbustos. Pese a que en las últimas semanas los voluntarios han limpiado parte del terreno, el cauce continúa sucio. Además, este río se encuentra con algunas barreras arquitectónicas, como la N-332 y la línea férrea Gandia-Valencia, dos obras no elevadas que disminuyen la capacidad del río y se inundan cuando se desborda. El Mijares y el Palancia también presentan cañizal y vegetación que impide el discurrir normal del agua.
¿Pero qué posibilidades hay de que llegue la gota fría? Los expertos coinciden en que el riesgo siempre está presente. Aunque hay algunos factores que pueden hacer que este peligro aumente. Y ahora estos se dan. Tal y como explica el responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, «este año las aguas del mar Mediterráneo están excepcionalmente cálidas (en estos momentos 27 grados frente a las costas de la Comunitat) y esto es un riesgo», alerta.
Pero para que se den las lluvias torrenciales se debe cumplir otra circunstancia, que se genere una bolsa de aire frío en las capas altas que produzca elevada inestabilidad. «Si coinciden los dos factores entonces se dan las condiciones idóneas para grandes trombas de agua», explica Olcina.
En la misma línea se pronuncia el director de la delegación valenciana de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Jorge Tamayo. «Cada año hay posibilidades de que se produzcan las intensas lluvias y ahora la temperatura del mar está suficientemente cálida, lo que genera una potencialidad alta». En la Comunitat, octubre suele ser el mes en el que se dan estas fuertes precipitaciones. «Las lluvias más intensas habitualmente se concentran entre la segunda quincena de septiembre y octubre».
El profesor Juan Marco, catedrático de Ingeniería Hidráulica y Medio Ambiente de la Universitat Politècnica de València, también destaca los dos aspectos que propician que se produzca la gota fría. «El Mediterráneo es un mar interior por lo que se calienta mucho en verano. Y la circulación del agua no es homogénea. Cuando se enfría ha de liberar el exceso de energía».
El hecho de que este verano se haya vivido un calor sofocante (este agosto ha sido el más caluroso desde 1971) también influye en la temperatura del mar, «que ahora mismo ronda los 28 grados».
A ello se suma la posición relativa de las montañas que se levantan en la geografía valenciana frente a la costa. «Las cadenas montañosas desde el Cabo de la Nao hasta Llíria tienen una orientación favorable para detener el flujo de aire húmedo del noreste lo que propicia la pluviatura», argumenta. Las zonas de Pego y Gandia así como la comarca de La Marina suelen concentrar estas lluvias torrenciales.
El catedrático de la UPV matiza que la gota fría depende de un movimiento atmosférico «turbulento y caótico» y que debido a las circunstancias de la Comunitat «hace que esta zona tenga más posibilidades de sufrirla que otras áreas».
Lluvias tras sequías
Algunos de los expertos consultados hablan de la existencia de ciclos de lluvias, aunque no se cumplen con exactitud. Tamayo admite que hay «periodos de lluvias más intensas que vienen precedidos por otros de sequía». El delegado de Aemet recuerda que en la Comunitat «hace años que no se dan precipitaciones fuertes». Desde Ecologistas en Acción alertan de que los ciclos de sequía «como el actual» suele terminar en grandes inundaciones».
Las grandes avenidas han sido frecuentes a lo largo de la historia en la Comunitat. El historiador valenciano Francesc Almela i Vives recoge en su libro ‘Las riadas del Turia’ que entre 1321 y 1958 se registraron 22 desbordamientos. Las dantescas imágenes de la Pantanada de Tous permanecen en la memoria de muchos valencianos.
Lo cierto es que la seguridad ha ido mejorando con el paso de los años. «Los grandes problemas de hace tres décadas están hoy resueltos. La seguridad del 80% del territorio está hay cubierta frente al 20% de hace 30 años», estima Marco. Por ello considera que las consecuencias en caso de riadas serían mucho «menores» que en otras ocasiones y explica que sólo queda por atender poblaciones de pocos habitantes.
El catedrático del departamento de Ingeniería Hidráulica y Medio Ambiente matiza que aún así «todavía quedan obras importantes por ejecutar». Pero la crisis también ha hecho mella en la frenada de las avenidas dejando en el olvido algunas infraestructuras clave. La falta de presupuesto (el recorte de este año es de 18 millones) está impidiendo a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) poner en marcha una treintena de proyectos. Entre ellos, varias infraestructuras para controlar posibles inundaciones que suelen darse en el río Júcar con la llegada de fuertes lluvias, sobre todo, en las comarcas de la Ribera Alta y Baixa. De hecho, se trata de obras que fueron proyectadas tras la pantanada de Tous de 1982.
El responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante apunta que si este otoño «no llueve como debe, cerraremos uno de los años más secos desde 1994, porque ha llovido muy poco en lo que llevamos de año y las Demarcaciones Hidrográficas de Júcar y Segura ya han decretado el nivel de alerta de sequía».
El delegado territorial en la Comunitat de Aemet coincide en que en medio de la actual sequía «las lluvias fueres pueden ser beneficiosas, sobre todo, para acumular aguas en los pantanos».